Celebramos el
comienzo de un año con deseos, aspiraciones y
esperanzas. Celebramos también la Jornada Mundial
por la Paz. Y celebramos, sobre todo, la Maternidad
de María.
¡Qué interesante y
oportuno comenzar el año con una fórmula de
bendición como la que aporta la primera lectura:
«El
Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro
sobre ti
y te conceda su favor;
el Señor se
fije en ti
y te conceda la paz».
Esta bendición tiene
mucho de oración, de protección y de generosidad por
parte de Dios. Él se ha volcado con dones y favores,
y lo sigue haciendo.
Destacamos, sobre
todo, la paz, un saludo que Dios nos repite cada año
y que nosotros transmitimos como deseo y como
necesidad; un don que está en nuestros sentimientos
y en nuestras manos. La paz es lo mejor de la vida
porque hace que se muevan todos los valores. Es una
tarea personal y comunitaria: una reclama la otra.
Al comienzo de un año
conviene recordar también que el tiempo es un don,
pero puede desperdiciarse si no se llena de
orientación y de contenido. Cada año es una
oportunidad que se nos brinda generosamente para
mejorar la vida. Abramos el corazón y la conciencia
a los planes de Dios y pensemos:
—
Cada año es un don: agradécelo.
— Cada
año es vida: saboréala. No es cuestión de llenar la
vida de años, sino los años de vida.
— Cada
año es un reto: afróntalo.
— Cada
año es nuevo y distinto: valóralo.
— Cada
año es tiempo de gracia: celébralo.
Y hoy contemplamos la
Navidad desde la Maternidad de María. Hacemos fiesta
a la Virgen porque nos ha entregado a su Hijo, al
Dios-con-nosotros, el mayor gesto de bendición
que ha conmovido a la historia humana. Como apunta
el Evangelio, María vivió su maternidad en actitud
contemplativa: "Conservaba todas estas cosas,
meditándolas en su corazón".
El Evangelio señala,
además, otros dos aspectos: En primer lugar, gente
sencilla, como los pastores, está en la onda de la
revelación de Dios. Los sabios y entendidos no
conectan ni se asombran. En segundo lugar, Jesús fue
circuncidado como cualquier otro judío. En aquella
ceremonia se le puso el nombre revelado: Jesús, que
significa "Dios salva". El nombre es ya un símbolo
de su misión y destino.
Digamos, por último,
que la Maternidad de María es la fiesta más antigua
de cuantas se celebran; la única fiesta mariana de
los primeros siglos de la Iglesia: Madre e Hijo en
profunda comunión de vida y de misión. Los primeros
cristianos condensaban la significación de María en
su maternidad divina ofreciendo y apoyando al Hijo
redentor. Este título es el que da origen a tantas
consideraciones y valoraciones de la Virgen. Es el
título principal y preferido por los textos bíblicos
que evocan a María. Todo ello nos lleva a constatar
que en la historia de la Iglesia el pueblo creyente
se dirigió muy pronto a María como Madre de Dios.