Este día trae consigo
varios mensajes. En el umbral del año la Iglesia nos
presenta a María como madre. El cariño y la
admiración que sentimos por ella nos llevan a
destacarla desde el primer día por los valores que
aporta como persona y como creyente. Se ha dicho de
María que “es el sacramento de la ternura maternal
de Dios". La Virgen Madre, que alumbra a Jesús, nos
lo entrega al comienzo de cada año para que
asimilemos su mensaje y su espiritualidad.
María fue una
creyente de mucha vida interior: meditaba los
acontecimientos desde la fe, los rumiaba en su
corazón. Esta estampa de María
constituye una sugerente invitación a vivir el año
con talante de interioridad.
Cada nuevo año es un
don que debemos agradecer. No es cuestión de llenar
la vida de años, sino de llenar los años de vida. En
este sentido cada año es un reto: es nuevo y
distinto. ¿Lo valoramos así? Vivamos cada día como
un tiempo de gracia y como un espacio para la
creatividad.
Las instituciones
promueven en este día el valor de la paz.
Socialmente se invita a vivir todo el año en la
tónica de la paz, del equilibrio, de la armonía.
Nosotros recordamos aquella bienaventuranza:
"dichosos los que trabajan por la paz". Y nos
animamos a vivir todo el año con estas consignas:
—
Cree en la vida, a pesar de la muerte.
—
Acoge la vida como un don y
desarróllala como una tarea.
—
No maldigas ni lamentes haber
nacido.
—
Defiende la vida donde esté
amenazada.
—
No hieras a nadie de ningún
modo.
—
Comparte la vida con tu
pueblo, apoyando sobre todo a los más débiles.
—
Arriésgate por causas nobles.
—
Siembra la paz en la familia
y entre los vecinos.
—
Entrégate al estilo de Jesús,
el gran testigo de la Vida.
P. Octavio
Hidalgo, C.Ss.R.