Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 3, 9-15
Cuando Adán comió del
árbol, el Señor Dios lo llamó y le dijo:
«¿Dónde estás?».
Él contestó:
«Oí tu ruido en el
jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y
me escondí».
El Señor Dios le
replicó:
«¿Quién te informó de
que estabas desnudo?, ¿es que has comido del
árbol del que te prohibí comer?».
Adán respondió:
«La mujer que me diste
como compañera me ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la
mujer:
«¿Qué has hecho?».
La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo
y comí».
El Señor Dios dijo a la
serpiente:
«Por haber hecho eso,
maldita tú entre todo el ganado y todas las
fieras del campo;
te arrastrarás sobre el
vientre y comerás polvo toda tu vida; pongo
hostilidad entre ti y la mujer, entre tu
descendencia y su descendencia; esta te
aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el
talón».
Salmo
Sal 129
R/. Del
Señor viene la misericordia, la redención
copiosa
Desde lo hondo a ti
grito, Señor;
Señor, escucha mi Voz;
estén
tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R/.
Si llevas cuenta de los
delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes
temor. R/.
Mi alma espera en el
Señor,
espera en su palabra;
mi alma
aguarda al Señor,
más que el centinela la
aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el
centinela la aurora. R/.
Porque del Señor viene
la misericordia,
la redención copiosa;
y
él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R/.
Segunda lectura
Lectura de la segunda carta del Apóstol San
Pablo a los Corintios 4, 13–5, 1
Hermanos:
Teniendo el mismo
espíritu de fe, según lo que está escrito:
«Creí, por eso hablé», también nosotros creemos
y por eso hablamos; sabiendo que quien resucitó
al Señor Jesús también nos resucitará a nosotros
con Jesús y nos presentará con vosotros ante él.
Pues todo esto es para
vuestro bien, a fin de que cuantos más reciban
la gracia, mayor sea el agradecimiento, para
gloria de Dios.
Por eso, no nos
acobardamos, sino que, aun cuando nuestro hombre
exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre
interior se va renovando día a día.
Pues la leve
tribulación presente nos proporciona una inmensa
e incalculable carga de gloria, ya que no nos
fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se
ve; en efecto, lo que se ve es transitorio; lo
que no se ve es eterno.
Porque sabemos que si
se destruye esta nuestra morada terrena, tenemos
un sólido edificio que viene de Dios, una morada
que no ha sido construida por manos humanas, es
eterna y está en los cielos.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 3,
20-35
En aquel tiempo, Jesús
llegó a casa con sus discípulos y de nuevo se
juntó tanta gente que no los dejaban ni comer.
Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo,
porque se decía que estaba fuera de sí.
Y los escribas que
habían bajado de Jerusalén decían:
«Tiene dentro a Belzebú
y expulsa a los demonios con el poder del jefe
de los demonios».
Él los invitó a
acercarse y les hablaba en parábolas:
«¿Cómo va a echar
Satanás a Satanás? Un reino dividido
internamente no puede subsistir; una familia
dividida no puede subsistir. Si Satanás se
rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra,
no puede subsistir, está perdido. Nadie puede
meterse en casa de un hombre forzudo para
arramblar con su ajuar, si primero no lo ata;
entonces podrá arramblar con la casa.
En verdad os digo, todo
se les podrá perdonar a los hombres: los pecados
y cualquier blasfemia que digan; pero el que
blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá
perdón jamás, cargará con su pecado para
siempre».
Se refería a los que
decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
Llegan su madre y sus
hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.
La gente que tenía
sentada alrededor le dice:
«Mira, tu madre y tus
hermanos y tus hermanas están fuera y te
buscan».
Él les pregunta:
«Quiénes son mi madre y
mis hermanos?».
Y mirando a los que
estaban sentados alrededor, dice:
«Estos son mi madre y
mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios,
ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».