PRIMEROS AÑOS
Nace Clemente en Moravia, en la actual Rep. Checa. En esa época,
Moravia pertenecía al Imperio Austríaco o
Austro-Húngaro, formado
por las actuales Austria, Hungría, Rep. Checa y Eslovaquia. Este imperio duró
cuatro
siglos y terminó en 1918.
Los padres de Clemente se llamaban Pablo Hofbauer y María Steer. El
padre era de origen checo y la madre de origen alemán. El padre tenía
una pequeña carnicería en Tasswits, pequeña ciudad de Moravia, donde
nació Clemente y todos sus hermanos.
El matrimonio Pablo Hofbauer-María Steer tuvo doce hijos.
Nuestro Clemente ocupaba el número nueve. Es de advertir que el nombre de
Clemente se lo puso más tarde. Su nombre de pila era Juan. De los doce
hermanos, siete murieron de niños, quedando nuestro Juan o Clemente como el más
pequeño de los cinco supervivientes.
Cuando Clemente tenía seis años, tiene la gran desgracia de perder a su padre. Ya de mayor, nos
cuenta Clemente que el día que murió su padre, su madre lo llevó ante un Crucifijo y señalándolo le dijo: «Hijo
mío, en adelante, éste será tu padre. Guárdate de ofenderle nunca con un
pecado».
LUCHA POR EL SACERDOCIO
Hasta los treinta y cuatro años podemos resumir
la vida de Clemente como un continuo luchar por conseguir llegar a ser
sacerdote; ya de muy niño ansiaba serlo. Con esta idea,
siendo adolescente, estudia latín con el sacerdote del pueblo a la vez
que ayuda en las labores de su casa. Pero debido a la pobreza, tuvo que
dejar las clases y ponerse a trabajar de pinche en una panadería. Tenía
entonces dieciséis años. Fue muy querido por el patrón, hasta el punto
de que le
trataba como si fuera un hijo suyo.
A los dieciocho años, en plan de penitencia y pidiendo luces al Señor para ver
si le abre por algún sitio las puertas hacia el sacerdocio, emprende
con un amigo, una peregrinación a pie a Roma.
Dos años más tarde, va de nuevo en peregrinación y
también a pie a Roma. Ya allí, fue a ver la vida que llevaban unos
ermitaños que estaban establecidos cerca de la Villa Quintiliolo, al
lado de un santuario dedicado a la Santísima Virgen. Le gustó aquella
vida y pidió ser admitido. Su quehacer diario allí era la penitencia, la
oración y el trabajo. Según la costumbre y reglas de aquellos ermitaños,
al ingresar cambiaba uno de nombre. Aquí es donde nuestro Juan cambió el
nombre por el de Clemente, nombre que en adelante usó toda la vida.
Aunque algún historiador ha dicho que fue aquí donde al nombre de
Clemente añadió el nombre de María, parece ser que no fue así y que el
nombre de María lo añadió más tarde, cuando se hizo Redentorista.
Aquella vida de penitencia, oración y trabajo le agradaba; pero como
veía que no le llevaba al sacerdocio, decidió, después de un año,
volverse a su tierra, para ver si allí se le presentaba ocasión más
propicia.
Esta vez pudo ingresar en la Abadía de Klosterbruck, para cursar los
estudios de Humanidades. Su gran deseo de llegar al sacerdocio era lo
único que le endulzaba los malos ratos que tenía que pasar al sentarse,
a los veintiún años, con chicos a los que doblaba en edad.
Terminados sus estudios a los veintiséis años, emprendió su
tercera peregrinación de penitencia a Roma. Esta vez hizo la
peregrinación de ida y vuelta en traje de ermitaño.
Vuelto a su país, al no poder proseguir sus estudios hacia el sacerdocio
por falta de recursos económicos, se hace ermitaño en Muhlfraum, no
lejos de su Tasswitz natal. Dos años largos hizo vida de santo ermitaño,
al cabo de los cuales decide trasladarse a Viena, para ver si por alguna
parte se le abrían las puertas hacia su meta de sacerdote. Tenía
entonces veintinueve años. Para poder vivir en Viena, tuvo que ponerse a trabajar
en su antiguo oficio de panadero. Durante este tiempo, como no podía celebrar Misa, se consolaba con oírla y ayudar a
ella, todos los días, en la iglesia de San Esteban.
SE ACLARA EL FUTURO
En la iglesia de San Esteban fue donde le conocieron tres hermanas que
frecuentaban aquella iglesia y que estaban admiradas de su piedad. Eran
las hermanas Von Maul. Prometieron pagarle sus estudios de preparación
para el sacerdocio, y lo cumplieron.
Así pues, a los treinta años, comenzó a
estudiar filosofía en la Universidad de Viena. Luego, los cursos de
Teología. Su temple y su fe chocaron muchas veces con las doctrinas
anti-papales que a veces se enseñaban en la Universidad. Un día no pudo
resistir más y, en plena clase, se levantó del banco y apostrofó al
catedrático: «Perdone usted, Señor Profesor: lo que acaba usted de decir
está en contra del Dogma Católico». Acto seguido, cogió el sombrero y
salió a la calle. Lo hermoso del caso fue que aquel gesto del alumno fue
el punto de partida para la conversión del profesor.
PRIMER CONTACTO CON LOS REDENTORISTAS
En medio de los estudios, intensificaba Clemente su vida de piedad. Como
él mismo confesó más tarde, le ayudó mucho para su vida espiritual
en este tiempo, la lectura y la meditación de unos libritos, recién
traducidos al alemán, cuyo autor era Alfonso María de Liguori.
ÚLTIMA PEREGRINACIÓN A ROMA
Sus peregrinaciones a Roma, iniciadas años antes, las siguió
haciendo
los años de estudiante, durante las vacaciones y siempre en plan de
penitencia y oración. La última peregrinación la hizo con su amigo Tadeo
Hübl, bohemio, alma recta y piadosa, diez años menor que Clemente y
que, igual que éste, se preparaba también para el sacerdocio.
Era
septiembre de
1784. Contaba Clemente treinta y tres años. Este viaje a Roma tenía para Clemente y Tadeo un
propósito: poder terminar sus estudios sacerdotales y
ser ordenados en Roma. Esto se debía a que en el Imperio Austríaco el Emperador José II había mandado
organizar los Seminarios a su gusto y había multiplicado las
dificultades para las ordenaciones sacerdotales.
LLEGA A ROMA Y SE HACE REDENTORISTA
Llegados Clemente y Tadeo Hübl a Roma, se alojaron en una modesta
posada, cerca de Santa María la Mayor y de la Iglesia de San Julián que
era de los Redentoristas.
La situación de los peregrinos se resolvió más pronto de lo que ellos
mismos esperaban y de un modo providencial y hasta, podemos decir,
milagroso. Así lo creyó siempre Hofbauer. Efectivamente, al acostarse el
primer día, fijaron su plan para el día siguiente que fue así: «Mañana
iremos a hacer nuestras oraciones y a oír Misa a la iglesia cuyas
campanas toquen las primeras». La primera en sonar fue la modesta
campana de San Julián, de los Padres Redentoristas. Allí fueron Clemente
y Hübl. La impresión que en Clemente causaron aquellos religiosos fue
muy buena. Al salir, preguntó Clemente a un monaguillo quiénes eran
aquellos religiosos. El monaguillo le contestó que eran los
Redentoristas y después añadió: «Y usted será uno de ellos».
Aquellas
últimas palabras impresionaron a Clemente y las tomó como una indicación
de Dios. Pidió hablar con el Superior. Se les concedió entrevista para
el día siguiente. Allí estuvieron puntuales Clemente y Tadeo. Era el
Superior de aquella casa el P. Landi, uno de los veteranos de la
Congregación y su primer historiador. La conversación fue sobre las
Reglas de la Congregación, sobre su fin, su apostolado, etc. Clemente
pidió aquel mismo día ser admitido y su compañero lo hizo al día
siguiente.
El 24 de octubre de 1784 recibieron Clemente y
Tadeo el
hábito Redentorista, comenzando el noviciado bajo la dirección del P.
Landi. El 19 de Marzo de 1785 hicieron la Profesión Religiosa y diez días
más tarde fueron ordenados sacerdotes. Por un período de cinco meses
estuvieron en la casa que los Redentoristas tenían en
Frosinone
para complementar sus estudios en Teología. Terminados éstos, con la
bendición del Papa y de los Superiores Redentoristas, parten para sus
tierras con el encargo de fundar allí la Congregación.
AUSTRIA Y POLONIA
Quiere Clemente comenzar fundando casa en Viena,
pero fueron tantos los inconvenientes que le
pusieron que le fue imposible. Ante esta
adversidad, decide Clemente irse con Hübl a
Polonia a cuya capital, Varsovia, llegaron en
1787. Después de varios tanteos y peripecias, se
les concede encargarse de la iglesia llamada San
Bennon, para que así pudieran atender
pastoralmente a los muchos alemanes que en
Varsovia había. San Bennon se convirtió bien
pronto en un centro formidable de apostolado,
hasta tal punto que llegó a decirse, y con
razón, que era la iglesia de mayor culto y
apostolado de toda Europa.
Desde San Bennon, donde ya tenía un grupo de
nuevos Redentoristas, comienza Clemente a hacer
gestiones para fundar en otras partes. Así
emprende viaje por Baviera, Francia, Viena,
Suiza, fracasando en todos los intentos. Más
tarde lo intenta de nuevo en Suiza y en Francia.
En Suiza logra, por fin, fundar dos casas, pero
a los dos años fueron cerradas. Ante tantos
fracasos, pensó Clemente en América, pero fueron
tales las dificultades que se fueron
amontonando, sobre todo de origen político, que
le fue imposible enviar a nadie allí.
Si duros golpes había recibido Clemente ante
tantos fracasos, le faltaba el más duro de
todos. En 1808, por orden expresa de Napoleón,
fueron arrojados los Redentoristas de San Bennon
y expulsados de Polonia. Poco antes, Napoleón
había dicho: «Estos monjes (los
Redentoristas) son una resurrección de los
Jesuitas». Los Redentoristas que entonces
había en San Bennon eran casi cuarenta.
DE NUEVO EN VIENA DONDE ESTARÁ YA HASTA LA
MUERTE
Con el corazón destrozado, sale Clemente de
Polonia y se dirige a Viena donde llega a
finales de 1808. A pesar de tanto contratiempo,
Hofbauer no se desanima. En Viena, desde el
humilde puesto de capellán de las monjas
Ursulinas, comenzó una gran campaña de
apostolado, aunque limitado, ya que aquella
iglesia era muy pequeña.
Después de la caída de Napoleón, desde Viena,
dio los pasos necesarios para fundar en Roma un
gran Seminario Mayor, sobre todo para muchos
aspirantes de habla alemana que estaban ansiosos
de hacerse Redentoristas. Puso esto en
conocimiento del Papa Pío VII, que se opuso por
parecerle que esto perjudicaría a los jesuitas,
a quienes por entonces pensaba devolverles el
antiguo Colegio Germánico de Roma, que por los
acontecimientos políticos les había sido
quitado.
En este tiempo y desde su puesto de capellán de
las Ursulinas, manda a varios
Redentoristas a fundar una casa en Rumanía y a
otros dos grupos a Ucrania y a Crimea;
pero tanto la recién casa fundada en Rumanía,
como el intento de Ucrania y Crimea se vienen
abajo porque los cismáticos rusos se opusieron
encarnizadamente a que aquellos planes de
fundación tuvieran efecto.
POR FIN DISCO VERDE
Por fin, en 1820, el Emperador Francisco II,
ante los ruegos del Papa, permite a los
Redentoristas establecerse como Congregación en
Austria y en todos los territorios del Imperio,
dándoles incluso la magnífica Iglesia gótica de
María Stiegen.
Clemente recibió estas noticias con infinito
agrado pero, como Moisés, no entraría en la
Tierra Prometida. A pesar de haber esperado
durante cuarenta años el establecimiento de la
Congregación en Austria, él no lo vería.
Mientras se hacían los últimos trámites, le
sobrevino la muerte. Él mismo lo había
profetizado hacía poco tiempo: «Cuando yo
haya muerto, numerosas casas de la Congregación
se establecerán en Austria y el Instituto se
extenderá por muchas naciones».
MUERTE DE SAN CLEMENTE Y PROPAGACIÓN DE LA
CONGREGACIÓN
El 15 de marzo de 1820, mientras las campanas
tocaban al Angelus del mediodía,
entregaba Clemente su intrépida alma a Dios.
Aquel mismo día, al atardecer, recibieron los
Redentoristas el permiso oficial de establecerse
en Austria. El 2 de Agosto del mismo año,
comenzó el noviciado en la casa de María Stiegen
con un numeroso grupo de candidatos que estaba
esperando para ingresar en la Congregación.
La semilla depositada por Clemente fructificó
rápidamente en todos los sitios donde él había
intentado establecer la Congregación y, desde
allí, se estableció por todo el mundo. De esta
semilla provienen los quinientos conventos
habitados por los cerca de siete mil
Redentoristas que están en la actualidad
esparcidos por los cinco continentes. Solamente
unas pocas casas italianas no proceden del
movimiento iniciado por Clemente. Por eso, con
razón, los Redentoristas consideramos a San
Clemente como el segundo Fundador.
DESPUÉS DE LA MUERTE
El Emperador Francisco II al enterarse de la
muerte de Clemente dijo: «Siento su muerte
por mí, por mi pueblo y por la Iglesia entera,
ya que el P. Clemente era una columna de la
lglesia».
El Papa Pío VII dijo cuando le llegó la noticia
de su muerte: «La Religión Católica ha
perdido en Austria su principal apoyo; era el P.
Clemente varón verdaderamente apostólico,
esplendor del clero de Viena, defensa y
protección de la Iglesia».
El 29 de enero de 1838 era beatificado por el
Papa León XIII. El 20 de Mayo de 1909, día de la
Ascensión, el Papa Pío X lo canonizaba.
San Clemente ha sido el primer personaje del
siglo XIX proclamado Santo por la Iglesia.
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