Adviento, como tiempo
que prepara la Navidad, se reduce a cuatro semanas.
Pero el Adviento verdadero no tiene límite de
tiempo, es cosa de todo el año y de cada día; es un
talante, una actitud del alma.
Adviento es una
dinámica de vigilancia y de espera. Entre lo más
significativo, sobresale la esperanza, un valor de
alto estímulo frente a tanta rutina, desaliento,
cansancio o mirada corta. Todos necesitamos
imperiosamente la esperanza; sin ella es imposible
sobrevivir. Renueva siempre, revitaliza, alimenta la
ilusión y el compromiso. La esperanza que ha animado
a tantas generaciones de creyentes, nos sale al paso
de manera especial en cada Adviento.
Hay quien ve en el
Adviento un buen antídoto contra todo tipo de
desmotivación, pesimismo o frustración, y propone:
—
Contra la vejez del espíritu,
la juventud del Adviento.
—
Contra el desánimo crónico, la
esperanza del Adviento.
—
Contra el pesimismo
generalizado, la ilusión del Adviento.
—
Contra la tristeza morbosa, la
alegría del Adviento.
—
Contra el cansancio agudo, el
espíritu del Adviento.
—
Contra la rutina inconsciente,
la vigilancia del Adviento.
—
Contra la incapacidad radical,
la oración del Adviento.
Jesús es la mayor
esperanza posible para que la humanidad entera y
cada de uno de nosotros podamos avanzar. Él se nos
acerca a diario de distintos modos y mediante
símbolos variados: su Palabra, la Comunidad, los
sacramentos, los pobres, ciertos acontecimientos, la
cruz de cada día... Nos encuentra a ras de suelo, en
la calle, en los caminos... El Evangelio lo ha
expresado con alta animación: "¡Levantaos, alzad la
cabeza, se acerca vuestra liberación!".
Este Adviento nos
invita a ir por la vida con la cabeza alta y con la
conciencia tranquila, es decir, con dignidad. Para
ello es imprescindible andar despiertos, vigilantes,
con buena salud moral, porque con el espíritu
embotado no se va a ninguna parte. Por eso:
—
Cuando nos llenamos de
ideales, es Adviento.
—
Cuando creemos en la utopía,
es Adviento.
—
Cuando tenemos hambre y sed
de justicia, es Adviento.
—
Cuando trabajamos por la paz,
es Adviento.
—
Cuando pedimos que venga a
nosotros el Reino de Dios, es Adviento.
—
Cuando esperamos un cielo
nuevo y una tierra nueva, es Adviento.
—
Cuando sufrimos con
paciencia, es Adviento.
—
Cuando sembramos el
Evangelio, es Adviento.
—
Cuando oramos para reforzar
el compromiso, es Adviento.
—
Cuando decimos: "Ven, Señor,
Jesús", es Adviento.