Vigilia Pascual en la Noche Santa
Ciclo A
Primera lectura
Lectura del libro del Génesis 1, 1 — 2, 2
Al principio creó Dios
el cielo y la tierra. La tierra estaba informe y
vacía; la tiniebla cubría la superficie del
abismo, mientras el espíritu de Dios se cernía
sobre la faz de las aguas. Dijo Dios:
«Exista la luz».
Y la luz existió.
Vio Dios que la luz era
buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla.
Llamó Dios a la luz «día» y a la tiniebla llamó
«noche».
Pasó una tarde, pasó
una mañana: el día primero.
Y dijo Dios:
«Exista un firmamento
entre las aguas, que separe aguas de aguas».
E hizo Dios el
firmamento y separó las aguas de debajo del
firmamento de las aguas de encima del
firmamento.
Y así fue.
Llamó Dios al
firmamento «cielo».
Pasó una tarde, pasó
una mañana: el día segundo.
Dijo Dios:
«Júntense las aguas de
debajo del cielo en un solo sitio, y que
aparezca lo seco».
Y así fue.
Llamó Dios a lo seco
«tierra», y a la masa de las aguas llamó «mar».
Y vio Dios que era
bueno.
Dijo Dios:
«Cúbrase la tierra de
verdor, de hierba verde que engendre semilla, y
de árboles frutales que den fruto según su
especie y que lleven semilla sobre la tierra».
Y así fue.
La tierra brotó hierba
verde que engendraba semilla según su especie, y
árboles que daban fruto y llevaban semilla según
su especie.
Y vio Dios que era
bueno.
Pasó una tarde, pasó
una mañana: el día tercero.
Dijo Dios:
«Existan lumbreras en
el firmamento del cielo, para separar el día de
la noche, para señalar las fiestas, los días y
los años, y sirvan de lumbreras en el firmamento
del cielo, para iluminar sobre la tierra».
Y así fue.
E hizo Dios dos
lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir
el día, la lumbrera menor para regir la noche; y
las estrellas. Dios las puso en el firmamento
del cielo para iluminar la tierra, para regir el
día y la noche y para separar la luz de la
tiniebla.
Y vio Dios que era
bueno.
Pasó una tarde, pasó
una mañana: el día cuarto.
Dijo Dios:
«Bullan las aguas de
seres vivientes, y vuelen los pájaros sobre la
tierra frente al firmamento del cielo».
Y creó Dios los grandes
cetáceos y los seres vivientes que se deslizan y
que las aguas fueron produciendo según sus
especies, y las aves aladas según sus especies.
Y vio Dios que era
bueno.
Luego los bendijo Dios,
diciendo:
«Sed fecundos y
multiplicaos, llenad las aguas del mar; y que
las aves se multipliquen en la tierra».
Pasó una tarde, pasó
una mañana: el día quinto.
Dijo Dios:
«Produzca la tierra
seres vivientes según sus especies: ganados,
reptiles y fieras según sus especies».
Y así fue.
E hizo Dios las fieras
según sus especies, los ganados según sus
especies y los reptiles según sus especies.
Y vio Dios que era
bueno.
Dijo Dios:
«Hagamos al hombre a
nuestra imagen y semejanza; que domine los peces
del mar, las aves del cielo, los ganados y los
reptiles de la tierra».
Y creó Dios al hombre a
su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y
mujer los creó. Dios los bendijo; y les dijo
Dios:
«Sed fecundos y
multiplicaos, llenad la tierra y sometedla;
dominad los peces del mar, las aves del cielo y
todos los animales que se mueven sobre la
tierra».
Y dijo Dios:
«Mirad, os entrego
todas las hierbas que engendran semilla sobre la
superficie de la tierra y todos los árboles
frutales que engendran semilla: os servirán de
alimento. Y la hierba verde servirá de alimento
a todas las fieras de la tierra, a todas las
aves del cielo, a todos los reptiles de la
tierra y a todo ser que respira».
Y así fue.
Vio Dios todo lo que
había hecho, y era muy bueno.
Pasó una tarde, pasó
una mañana: el día sexto.
Así quedaron concluidos
el cielo, la tierra y todo el universo.
Y habiendo concluido el
día séptimo la obra que había hecho, descansó el
día séptimo de toda la obra que había hecho.
Salmo
Sal 103
R/. Envía
tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la
tierra
Bendice, alma mía, al
Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te
vistes de belleza y majestad, la luz te
envuelve como un manto. R/.
Asentaste la tierra
sobre sus cimientos, y no vacilará jamás;
la cubriste con el manto del océano, y las
aguas se posaron sobre las montañas. R/.
De los manantiales
sacas los ríos, para que fluyan entre los
montes; junto a ellos habitan las aves del
cielo, y entre las frondas se oye su canto. R/.
Desde tu morada riegas
los montes, y la tierra se sacia de tu acción
fecunda; haces brotar hierba para los
ganados, y forraje para los que sirven al
hombre. Él saca pan de los campos. R/.
Cuántas son tus obras,
Señor, y todas las hiciste con sabiduría;
la tierra está llena de tus criaturas.
¡Bendice, alma mía, al Señor! R/.
Segunda lectura
Lectura del libro del Génesis 22, 1-18
En aquellos días, Dios
puso a prueba a Abrahán. Le dijo:
«¡Abrahán!».
El respondió:
«Aquí estoy».
Dios dijo:
«Toma a tu hijo único,
al que amas, a Isaac, y vete a la tierra de
Moria y ofrécemelo allí en holocausto en uno de
los montes que yo te indicaré».
Abrahán madrugó,
aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados
y a su hijo Isaac; cortó leña para el holocausto
y se encaminó al lugar que le había indicado
Dios.
Al tercer día levantó
Abrahán los ojos y divisó el sitio desde lejos.
Abrahán dijo a sus criados:
«Quedaos aquí con el
asno; yo con el muchacho iré hasta allá para
adorar, y después volveremos con vosotros».
Abrahán tomó la leña
para el holocausto, se la cargó a su hijo Isaac,
y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos
caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán,
su padre:
«Padre».
Él respondió:
«Aquí estoy, hijo mío».
El muchacho dijo:
«Tenemos fuego y leña,
pero, ¿dónde está el cordero para el
holocausto?».
Abrahán contestó:
«Dios proveerá el
cordero para el holocausto, hijo mío». Y
siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al
sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó
allí el altar y apiló la leña, luego ató a su
hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de
la leña. Entonces Abrahán alargó la mano y tomó
el cuchillo para degollar a su hijo. Pero el
ángel del Señor le gritó desde el cielo:
«¡Abrahán, Abrahán!».
Él contestó:
«Aquí estoy».
El ángel le ordenó:
«No alargues la mano
contra el muchacho ni le hagas nada. Ahora he
comprobado que temes a Dios, porque no te has
reservado a tu hijo, a tu único hijo».
Abrahán levantó los
ojos y vio un carnero enredado por los cuernos
en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo
ofreció en holocausto en lugar de su hijo.
Abrahán llamó aquel
sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy
«En el monte el Señor es visto».
El ángel del Señor
llamó a Abrahán por segunda vez desde el cielo y
le dijo:
«Juro por mí mismo,
oráculo del Señor: por haber hecho esto, por no
haberte reservado tu hijo, tu hijo único, te
colmaré de bendiciones y multiplicaré a tus
descendientes como las estrellas del cielo y
como la arena de la playa. Tus descendientes
conquistarán las puertas de sus enemigos. Todas
las naciones de la tierra se bendecirán con tu
descendencia, porque has escuchado mi voz».
Salmo
Sal 15
R/. Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti
El Señor es el lote de
mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu
mano. Tengo siempre presente al Señor, con
él a mi derecha no vacilaré. R/.
Por eso se me alegra el
corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne
descansa esperanzada. Porque no me
abandonarás en la región de los muertos ni
dejarás a tu fiel ver la corrupción. R/.
Me enseñarás el sendero
de la vida, me saciarás de gozo en tu
presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R/.
Tercera lectura
Lectura del libro del Éxodo 14, 15 — 15, 1a
En aquellos días, el
Señor dijo a Moisés:
«¿Por qué sigues
clamando a mí? Di a los hijos de Israel que se
pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende
tu mano sobre el mar y divídelo, para que los
hijos de Israel pasen por medio del mar, por lo
seco. Yo haré que los egipcios se obstinen y
entren detrás de vosotros, y me cubriré de
gloria a costa del faraón y de todo su ejército,
de sus carros y de sus jinetes. Así sabrán los
egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya
cubierto de gloria a costa del faraón, de sus
carros y de sus jinetes».
Se puso en marcha el
ángel del Señor, que iba al frente del ejército
de Israel, y pasó a retaguardia. También la
columna de nube, que iba delante de ellos, se
desplazó y se colocó detrás, poniéndose entre el
campamento de los egipcios y el campamento de
Israel. La nube era tenebrosa y transcurrió toda
la noche sin que los ejércitos pudieran
aproximarse el uno al otro. Moisés extendió su
mano sobre el mar y el Señor hizo retirarse el
mar con un fuerte viento del este que sopló toda
la noche; el mar se secó y se dividieron las
aguas. Los hijos de Israel entraron en medio del
mar, en lo seco, y las aguas les hacían de
muralla a derecha e izquierda. Los egipcios los
persiguieron y entraron tras ellos, en medio del
mar: todos los caballos del faraón, sus carros y
sus jinetes.
Era ya la vigilia
matutina cuando el Señor miró desde la columna
de fuego y humo hacia el ejército de los
egipcios y sembró el pánico en el ejército
egipcio. Trabó las ruedas de sus carros,
haciéndolos avanzar pesadamente.
Los egipcios dijeron:
«Huyamos ante Israel,
porque el Señor lucha por él contra Egipto».
Luego dijo el Señor a
Moisés:
«Extiende tu mano sobre
el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios,
sus carros y sus jinetes».
Moisés extendió su mano
sobre el mar; y al despuntar el día el mar
recobró su estado natural, de modo que los
egipcios, en su huida, toparon con las aguas.
Así precipitó el Señor a los egipcios en medio
del mar.
Las aguas volvieron y
cubrieron los carros, los jinetes y todo el
ejército del faraón, que había entrado en el
mar. Ni uno solo se salvó.
Mas los hijos de Israel
pasaron en seco por medio del mar, mientras las
aguas hacían de muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó el
Señor a Israel del poder de Egipto, e Israel vio
a los egipcios muertos, en la orilla del mar.
Vio, pues, Israel la mano potente que el Señor
había desplegado contra los egipcios, y temió el
pueblo al Señor, y creyó en el Señor y en
Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los
hijos de Israel entonaron este canto al Señor:
Salmo
Salmo: Ex 15, 1-18
R/. Cantaré
al Señor, gloriosa es su victoria
Cantaré al Señor,
gloriosa es su victoria, caballos y carros ha
arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es
el Señor, él fue mi salvación. Él es mi
Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres:
yo lo ensalzaré. R/.
El Señor es un
guerrero, su nombre es “El Señor”. Los
carros del faraón los lanzó al mar, ahogó en
el mar Rojo a sus mejores capitanes. R/.
Las olas los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras. Tu
diestra, Señor, es magnífica en poder, tu
diestra, Señor, tritura al enemigo. R/.
Lo introduces y lo
plantas en el monte de tu heredad, lugar del
que hiciste tu trono, Señor; santuario,
Señor, que fundaron tus manos. El Señor reina
por siempre jamás. R/.
Cuarta lectura
Lectura del libro de Isaías 54, 5-14
Quien te desposa es tu
Hacedor: su nombre es Señor todopoderoso.
Tu libertador es el
Santo de Israel: se llama «Dios de toda la
tierra».
Como a mujer abandonada
y abatida te llama el Señor; como a esposa
de juventud, repudiada —dice tu Dios—.
Por un instante te
abandoné, pero con gran cariño te reuniré.
En un arrebato de ira,
por un instante te escondí mi rostro, pero
con amor eterno te quiero —dice el Señor, tu
libertador—.
Me sucede como en los
días de Noé: juré que las aguas de Noé no
volverían a cubrir la tierra; así juro no
irritarme contra ti ni amenazarte.
Aunque los montes
cambiasen y vacilaran las colinas, no
cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de
paz —dice el Señor que te quiere—.
¡Ciudad afligida,
azotada por el viento, a quien nadie
consuela!
Mira, yo mismo asiento
tus piedras sobre azabaches, tus cimientos
sobre zafiros; haré tus almenas de rubí,
tus puertas de esmeralda, y de piedras
preciosas tus bastiones.
Tus hijos serán
discípulos del Señor, gozarán de gran
prosperidad tus constructores.
Tendrás tu fundamento
en la justicia: lejos de la opresión, no
tendrás que temer; lejos del terror, que no
se acercará.
Salmo
Sal 29
R/. Te
ensalzaré, Señor, porque me has librado
Te ensalzaré, Señor,
porque me has librado y no has dejado que mis
enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi
vida del abismo, y me hiciste revivir cuando
bajaba a la fosa. R/.
Tañed para el Señor,
fieles suyos, celebrad el recuerdo de su
nombre santo; su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida; al atardecer nos
visita el llanto; por la mañana, el júbilo. R/.
Escucha, Señor, y ten
piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste
mi luto en danzas. Señor Dios mío, te daré
gracias por siempre. R/.
Quinta lectura
Lectura del libro de Isaías 55, 1-11
Esto dice el Señor:
«Sedientos todos,
acudid por agua; venid, también los que no
tenéis dinero: comprad trigo y comed, venid y
comprad, sin dinero y de balde, vino y leche.
¿Por qué gastar dinero
en lo que no alimenta y el salario en lo que
no da hartura?
Escuchadme atentos y
comeréis bien, saborearéis platos
sustanciosos.
Inclinad vuestro oído,
venid a mí: escuchadme y viviréis.
Sellaré con vosotros
una alianza perpetua, las misericordias
firmes hechas a David: lo hice mi testigo
para los pueblos, guía y soberano de
naciones.
Tú llamarás a un pueblo
desconocido, un pueblo que no te conocía
correrá hacia ti; porque el Señor tu Dios,
el Santo de Israel te glorifica.
Buscad al Señor
mientras se deja encontrar, invocadlo
mientras está cerca.
Que el malvado abandone
su camino, y el malhechor sus planes; que
se convierta al Señor, y él tendrá piedad, a
nuestro Dios, que es rico en perdón.
Porque mis planes no
son vuestros planes, vuestros caminos no son
mis caminos —oráculo del Señor—.
Cuanto dista el cielo
de la tierra, así distan mis caminos de los
vuestros, y mis planes de vuestros planes.
Como bajan la lluvia y
la nieve desde el cielo, y no vuelven allá
sino después de empapar la tierra, de
fecundarla y hacerla germinar, para que dé
semilla al sembrador y pan al que come,
así será mi palabra que sale de mi boca: no
volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi
deseo y llevará a cabo mi encargo».
Salmo
Salmo: Is 12, 2-6
R/. Sacaréis
aguas con gozo de las fuentes de la salvación
«Él es mi Dios y
Salvador: confiaré y no temeré, porque mi
fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi
salvación». Y sacaréis aguas con gozo de
las fuentes de la salvación. R/.
«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre, contad a los pueblos sus
hazañas, proclamad que su nombre es excelso». R/.
Tañed para el Señor,
que hizo proezas, anunciadlas a toda la
tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión,
porque es grande en medio de ti el Santo de
Israel. R/.
Sexta lectura
Lectura del libro de Baruc 3, 9-15. 32 — 4, 4
Escucha, Israel,
mandatos de vida; presta oído y aprende
prudencia.
¿Cuál es la razón,
Israel, de que sigas en país enemigo,
envejeciendo en tierra extranjera; de que te
crean un ser contaminado, un muerto habitante
del Abismo?
¡Abandonaste la fuente
de la sabiduría! Si hubieras seguido el
camino de Dios, habitarías en paz para
siempre.
Aprende dónde está la
prudencia, dónde el valor y la inteligencia,
dónde una larga vida, la luz de los ojos y la
paz.
¿Quién encontró su
lugar o tuvo acceso a sus tesoros?
El que todo lo sabe la
conoce, la ha examinado y la penetra; el
que creó la tierra para siempre y la llenó de
animales cuadrúpedos; el que envía la luz y
le obedece, la llama y acude temblorosa; a
los astros que velan gozosos arriba en sus
puestos de guardia, los llama, y responden:
«Presentes», y brillan gozosos para su
Creador.
Este es nuestro Dios,
y no hay quien se le pueda comparar; rastreó
el camino de la inteligencia y se lo enseñó a
su hijo, Jacob, se lo mostró a su amado,
Israel.
Después apareció en el
mundo y vivió en medio de los hombres.
Es el libro de los
mandatos de Dios, la ley de validez eterna:
los que la guarden vivirán; los que la
abandonen morirán.
Vuélvete, Jacob, a
recibirla, camina al resplandor de su luz;
no entregues a otros tu gloria, ni tu
dignidad a un pueblo extranjero.
¡Dichosos nosotros,
Israel, que conocemos lo que agrada al Señor!
Salmo
Sal 18
R/. Señor,
tú tienes palabras de vida eterna
La ley del Señor es
perfecta y es descanso del alma; el
precepto del Señor es fiel e instruye a los
ignorantes. R/.
Los mandatos del Señor
son rectos y alegran el corazón; la norma
del Señor es límpida y da luz a los ojos. R/.
El temor del Señor es
puro y eternamente estable; los
mandamientos del Señor son verdaderos y
eternamente justos. R/.
Más preciosos que el
oro, más que el oro fino; más dulce que la
miel de un panal que destila. R/.
Séptima lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel 36, 16-28
Me vino esta palabra
del Señor:
«Hijo de hombre, la
casa de Israel profanó con su conducta y sus
acciones la tierra en que habitaba.
Me enfurecí contra
ellos, por la sangre que habían derramado en
el país, y por haberlo profanado con sus
ídolos.
Los dispersé por las
naciones, y anduvieron dispersos por diversos
países.
Los he juzgado según su
conducta y sus acciones.
Al llegar a las
diversas naciones, profanaron mi santo
nombre, ya que de ellos se decía: “Estos
son el pueblo del Señor y han debido
abandonar su tierra”.
Así que tuve que
defender mi santo nombre, profanado por la
casa de Israel entre las naciones adonde
había ido.
Por eso, di a la casa
de Israel: “Esto dice el Señor Dios: No
hago esto por vosotros, casa de Israel, sino
por mi santo nombre, profanado por vosotros
en las naciones a las que fuisteis.
Manifestaré la santidad
de mi gran nombre, profanado entre los
gentiles, porque vosotros lo habéis profanado
en medio de ellos.
Reconocerán las
naciones que yo soy el Señor —oráculo del
Señor Dios—, cuando por medio de vosotros les
haga ver mi santidad.
Os recogeré de entre
las naciones, os reuniré de todos los países
y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré sobre
vosotros un agua pura que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías os
he de purificar; y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré
de vuestra carne el corazón de piedra, y os
daré un corazón de carne.
Os infundiré mi
espíritu, y haré que caminéis según mis
preceptos, y que guardéis y cumpláis mis
mandatos.
Y habitaréis en la
tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi
pueblo, y yo seré vuestro Dios”».
Salmo
Sal 41
R/. Como
busca la cierva corrientes de agua, así mi
alma te busca a ti, Dios mío
Mi alma tiene sed de
Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el
rostro de Dios? R/.
Cómo entraba en el
recinto santo, cómo avanzaba hacia la casa de
Dios, entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta. R/.
Envía tu luz y tu
verdad: que ellas me guíen y me conduzcan
hasta tu monte santo, hasta tu morada. R/.
Me acercaré al altar de
Dios, al Dios de mi alegría; y te daré
gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío. R/.
Epístola
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Romanos 6, 3-11
Hermanos:
Cuantos fuimos
bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en
su muerte.
Por el bautismo fuimos
sepultados con él en la muerte, para que, lo
mismo que Cristo resucitó de entre los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros
andemos en una vida nueva.
Pues si hemos sido
incorporados a él en una muerte como la suya, lo
seremos también en una resurrección como la
suya; sabiendo que nuestro hombre viejo fue
crucificado con Cristo, para que fuera destruido
el cuerpo de pecado, y, de este modo, nosotros
dejáramos de servir al pecado; porque quien
muere ha quedado libre del pecado.
Si hemos muerto con
Cristo, creemos que también viviremos con él;
pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de
entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya
no tiene dominio sobre él. Porque quien ha
muerto, ha muerto al pecado de una vez para
siempre; y quien vive, vive para Dios.
Lo mismo vosotros,
consideraos muertos al pecado y vivos para Dios
en Cristo Jesús.
Salmo
Sal 117
R/. Aleluya,
aleluya, aleluya
Dad gracias al Señor
porque es bueno, porque es eterna su
misericordia. Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R/.
«La diestra del Señor
es poderosa, la diestra del Señor es
excelsa». No he de morir, viviré para
contar las hazañas del Señor. R/.
La piedra que
desecharon los arquitectos es ahora la piedra
angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha
sido un milagro patente. R/.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo 28,
1-10
Pasado el sábado, al
alborear el primer día de la semana, fueron
María Magdalena y la otra María a ver el
sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la
tierra, pues un ángel del Señor, bajando del
cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó
encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido
blanco como la nieve; los centinelas temblaron
de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló
a las mujeres:
«Vosotras, no temáis,
ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No
está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho.
Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a
decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre
los muertos y va por delante de vosotros a
Galilea. Allí lo veréis”. Mirad, os lo he
anunciado».
Ellas se marcharon a
toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de
alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les
salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le
abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
«No temáis: id a
comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea;
allí me verán».
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Comentario
homilético
Amigos, este mundo tiene
arreglo. Todo tiene arreglo, porque en la
resurrección de Jesucristo se levanta la moral y el
ánimo por la vida, se refuerza la energía humana y
crecen hasta el infinito todas las esperanzas. Dios
apuesta por ello. Hay solución si damos
responsablemente los pasos que nos marca la Pascua:
pasar de la muerte a la vida, de la condición
rastrera al talante del espíritu.
El destino de Jesús es
símbolo para todos nosotros, también hijos de Dios.
La Pascua nos recuerda y nos vuelve a proponer el
estilo genuino y decente de los cristianos. Por eso,
singularmente en esta noche, es lógico y necesario
preguntarse: ¿Qué pasos tengo que dar? ¿De
qué me tengo que desprender? Hemos de estar animados
siempre por aquella experiencia creyente que resume
muy bien el Evangelio de San Juan: "Tanto amó Dios
al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no
perezca ninguno de los creen en él, sino que tengan
vida eterna" (Jn 3,16). El acierto y la
responsabilidad está en acercarse a la luz.
Los que no quieren la salvación detestan la luz, y
no se acercan a la luz, para no verse acusados por
sus obras. En cambio, si anhelamos la verdad, nos
acercamos a la luz, porque no tenemos ningún reparo
en que se vean nuestras obras (cf. Jn 3-20-21).
Recordemos que en esto
consiste el desquite original de nuestro
Dios: tiene la santa manía de que la
sociedad sea de otra forma. La Tierra Nueva es
posible con el espíritu de las Bienaventuranzas.
Ésta es la mejor y la más sana de las rebeldías.
Ninguna otra concuerda con el Resucitado.
Amigos, tenemos a la vista
la primavera del Evangelio. Vivir de primavera le
pega a la Pascua cristiana.
P. Octavio Hidalgo, C.Ss.R.
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